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Saint John Perse se suma al largo listado de aquellos que han reflexionado no sólo en torno al problema del ser humano y su naturaleza, sino y por sobre todo, a los que aspiran llamar la atención tanto para las generaciones presentes como para las futuras, del potencial del espíritu.
Utilizando una dosis sabia de comprensión y crudeza, Saint John Perse utiliza la comparación del científico y el poeta como el punto de partida que le permite tejer una pequeña pero densa reflexión (intuición) con respecto al papel que debe jugar la ciencia y la poesía (ésta última en representación excelente de todas aquellas ramas del ser-hacer humano que no están ligados a los dictámenes de Bacon y Descartes), en la construcción de un mundo digno de albergar la vida.
La primer cuestión a la que Perse alude es al hecho de que la comparación entre el científico y el poeta es a final de cuentas lo menos importante, por cuanto lo que se trata es de ensalzar lo que considera “…el pensamiento desinteresado…”, ese pensamiento por el cual el espíritu se eleva de las ataduras que lo condenan a circunscribirse y recortar el mundo según los cánones siempre despersonalizantes y en ocasiones mecánicos de aquello que no esté sometido al ensayo y error, a la prueba y la hipótesis.
He aquí la médula de todo aquello que quiere transmitir el poeta galardonado con el nobel. La posibilidad, es más, la urgencia de transitar un camino diferente para nuestra forma de acercarnos y relacionarnos con los mundos: el de los humanos y el de la naturaleza. Puede que sólo en esa tarea poetizar la ciencia, podamos encontrar algo de luz para re-semantizar esto que llamamos vida, y que en ocasiones pierde total nitidez y brillo, pues se transforma en una abstracción, en una cosa.
Quizá dicha agenda fue atendida –tardíamente- por el científico sueco, pues ¿no luce como una tamaña causalidad el hecho de que un científico como Nobel esté condecorando de manera indirecta a un espíritu que ha puesto toda su sabiduría en invocar de la oscuridad más absoluta las potencialidades más nobles del ser humano?
La tarea sólo puede estar reservada a quienes no teman convertirse en mártires o perseguidos, en aquellos con la suficiente fuerza de voluntad y librepensamiento, que les permita trazar la agenda de un mundo mejor y siempre posible, aquellos que asuman si ser timoratos “…ser la mala conciencia de su tiempo…”.
José Negrón Valera
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