martes, 12 de mayo de 2009

JOSÉ NEGRÓN - REFLEXIÓN EN TORNO AL ARTÍCULO DE SAINT JOHN PERSE


Saint John Perse se suma al largo listado de aquellos que han reflexionado no sólo en torno al problema del ser humano y su naturaleza, sino y por sobre todo, a los que aspiran llamar la atención tanto para las generaciones presentes como para las futuras, del potencial del espíritu.

Utilizando una dosis sabia de comprensión y crudeza, Saint John Perse utiliza la comparación del científico y el poeta como el punto de partida que le permite tejer una pequeña pero densa reflexión (intuición) con respecto al papel que debe jugar la ciencia y la poesía (ésta última en representación excelente de todas aquellas ramas del ser-hacer humano que no están ligados a los dictámenes de Bacon y Descartes), en la construcción de un mundo digno de albergar la vida.

La primer cuestión a la que Perse alude es al hecho de que la comparación entre el científico y el poeta es a final de cuentas lo menos importante, por cuanto lo que se trata es de ensalzar lo que considera “…el pensamiento desinteresado…”, ese pensamiento por el cual el espíritu se eleva de las ataduras que lo condenan a circunscribirse y recortar el mundo según los cánones siempre despersonalizantes y en ocasiones mecánicos de aquello que no esté sometido al ensayo y error, a la prueba y la hipótesis.
No por casualidad, Perse trata de sopesar la edificación de una nueva forma de aproximarse al mundo, con otros lentes y con otras intenciones, en este sentido considera –apoyado en las palabras de Einstein- que “…`la imaginación es el verdadero terreno de la germinación científica´, y hasta reclamaba para el científico de los beneficios de una verdadera `visión artística´, ¿no tenemos derecho a considerar que el instrumento poético, es tan legitimo como el instrumento lógico?...”

He aquí la médula de todo aquello que quiere transmitir el poeta galardonado con el nobel. La posibilidad, es más, la urgencia de transitar un camino diferente para nuestra forma de acercarnos y relacionarnos con los mundos: el de los humanos y el de la naturaleza. Puede que sólo en esa tarea poetizar la ciencia, podamos encontrar algo de luz para re-semantizar esto que llamamos vida, y que en ocasiones pierde total nitidez y brillo, pues se transforma en una abstracción, en una cosa.
¿Podremos encontrar sólo en las sofisticaciones de la técnica, las respuestas a la destrucción de la tierra por ejemplo?, sobre todo si tomamos en consideración que la misma no es tanto producto de la depredación hecha por las maquinarias, como resultado de la carente y fantasmagórica condición occidental que nos ha hecho entendernos como dueños del mundo y no como simples seres que estamos de paso.
La misión consiste en no someternos a lo acomodaticio de creer que hemos alcanzado la cúspide de nuestra condición humana sólo porque hemos logrado posar un cohete en la luna. La misión que nos queda por delante es desentrañar eso que conocemos como espíritu humano, Perse comenta que “…no hay menos expansión en el infinito moral del hombre…” que en el infinito universo del que nos habla la teoría de la expansión.

Quizá dicha agenda fue atendida –tardíamente- por el científico sueco, pues ¿no luce como una tamaña causalidad el hecho de que un científico como Nobel esté condecorando de manera indirecta a un espíritu que ha puesto toda su sabiduría en invocar de la oscuridad más absoluta las potencialidades más nobles del ser humano?
Quizá en un acto de redención extemporánea el intelecto racional creador de la irracionalidad expansiva de la dinámita, reconozca el valor del poeta, no el de Perse, sino el del POETA en mayúscula, es decir, aquel que le toca “…atestiguar entre nosotros la doble vocación del hombre, y esto es alzar ante el espíritu un espejo más sensible a sus posibilidades espirituales. Es evocar en el siglo mismo una condición humana más digna del hombre original. Es asociar, en fin, más ampliamente el alma colectiva con la circulación de la energía espiritual del mundo…”.

La tarea sólo puede estar reservada a quienes no teman convertirse en mártires o perseguidos, en aquellos con la suficiente fuerza de voluntad y librepensamiento, que les permita trazar la agenda de un mundo mejor y siempre posible, aquellos que asuman si ser timoratos “…ser la mala conciencia de su tiempo…”.

José Negrón Valera

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